LA LEYENDA DE LOS CEREZOS Y EL SAUCE
Esta leyenda oriental , situada entre los siglos XIV y XVI, está considerada como uno de los orígenes de jiu jitsu y del judo.
Existen diferentes versiones y muchas referencias a ella en los libros de judo. Ésta es la versión que el profesor francés Luis Robert escribe en su interesante libro "Le Judo" Ed. Marabout, 1964.
Cerca de Nagasaki vivía un médico y filósofo llamado Shirobei Akyama, que estaba convencido que el origen de las enfermedades humanas era la mala utilización del cuerpo y del espíritu. Este precursor de la medicina psicosomática partió hacia China donde se decía que las técnicas terapéuticas hacían maravillas.
Estudió los principios del Tao, la acupuntura y algunas técnicas del famoso Wu Shu, lucha china que utiliza las proyecciones, las luxaciones y los golpes, creada por un médico para restablecer rápidamente las convalecencias y desarrollar el cuerpo armoniosamente.
Vuelto a Japón, Shirobei Akyama enseñó a algunos discípulos una veintena de técnicas de reanimación y tres o cuatro ataques sobre puntos vitales. Había comprendido el principio positivo de la filosofía del tao, así como sus aplicaciones prácticas en medicina y en la lucha. Al mal, se opone el mal, a la fuerza, la fuerza. Pero, ante una enfermedad difícil de definir o muy poderosa (o un adversario muy fuerte), los principios chinos no tenían respuesta. Los discípulos del médico se descorazonaron y le abandonaron. Akyama, perplejo, se retiró a un pequeño templo y se impuso una meditación de cien días.
En el transcurso de este tiempo de ascetismo, el espíritu de Akyama llegó a alcanzar una extraordinaria tensión.Todo era puesto en cuestión: la filosofía china ying y yang, la acupuntura de la que emana y, enfin, todos los métodos de combate.
Una mañana que nevaba abundantemente, Akyama paseaba por el jardín del templo. Iba escuchando los crujidos de las ramas de los cerezos, doblegados por el peso de la nieve. Luego, vió un sauce al borde del río. El peso de la nieve curvaba sus ramas, pero la flexible madera se liberaba entonces de su carga de nieve y volvía a recuperar su posición inicial.
!Fué como una iluminación!
A lo positivo hay que oponer su complemento: lo negativo. A la fuerza, hay que reaccionar con la flexibilidad. Si un atacante os empuja, no opongäis con vuestra fuerza, ya que si la suya es superior nos arriesgamos a ser derrumbados.
A la fuerza del empuje ceded rápidamente con un súbito e inesperado retroceso. Vuestro adversario habrá hundido una puerta abierta y, desequilibrado, caerá a vuestros pies.
Si, por el contrario, un adversario tira de vosotros hacia él, no os mantengáis tirantes en una vana resistencia. Abalanzáos en el sentido de su tracción y, entonces, aprovechad de su desequilibrio para derribarle sin un gran esfuerzo.
El médico de Nagasaki perfeccionó entonces el ataque y la defensa de la lucha cuerpo a cuerpo y creó centenares de técnicas. Sus discípulos propagaron sus enseñanzas bajo el nombre de Escuela del Corazón del Sauce.
Traducido del francés por Pedro M. RUIZ
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