La
importancia de un buen Uke
Habitualmente
en los entrenamientos, estamos muy pendientes de aprender y mejorar nuestra
técnica, pero suele quedar supeditado a nuestros momentos como Tori, mientras
que, de manera habitual, conectamos el piloto automático en el momento en que
tenemos que estar de Uke (aunque algunas veces dejamos el piloto automático
fijo para el resto del entrenamiento).
No somos
realmente conscientes de que nuestra mejora depende directamente de lo que se
implique el Uke con el que estamos entrenando; es decir, el riesgo de caer en
la autocomplaciencia es mayor cuanto menos se implique nuestro Uke.
Este
pensamiento me lleva a otro directamente: ¿deberiamos entrenar siempre con el
mismo Uke?
Pues hombre,
para mi gusto, sí y no.
Es decir,
entrenar con un compañero con quien estamos a gusto nos permite avanzar más
rápido y tener un tiempo de adaptación a la técnica menor; entrenar con una
persona aleatoria pero con la que no encajamos (por la razón que sea) nos puede
hacer pasar la mitad del entrenamiento discutiendo por la forma de hacer las
cosas. Por otro lado, si el compañero se adapta a nuestros defectos, es
probable que no los percibamos, y sigamos manteniendo los errores años y años.
El buen Uke
es aquel que nos fuerza dejándonos aprender. Aquel que nos hace estar alerta,
poniendo la resistencia necesaria para que aprendamos bien la técnica sin
frustrarnos pero sin autocomplacernos. En mi caso me ha sucedido que tras haber
hecho multitud de veces una técnica de luxación sin “problemas”, me he
enfrentado a una persona más corpulenta que yo y me he dado cuenta de que
realmente estaba aplicando mal la técnica. El Uke mecánico se había dejado
hacer la técnica por lo que había aprendido “mecánicamente” a hacer mal la
técnica.
Resumiendo y
desde mi posición de absoluto ignorante en la materia (lo cual es una paradoja
porque no debería tener ni siquiera una opinión), podríamos llegar a tomar al
Uke como nuestro instructor personal, aquel que se fija en nuestros defectos y
potencia nuestra virtudes; aquel que nos intenta dar a conocer nuestros puntos
descubiertos y quien intenta pillarnos desprevenidos.
Cuando
estemos delante de esta persona, nuestro saludo debería ser muy sentido, pues
de él depende que aprendamos o no.
Un saludo.
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