El
denominado tendón de Aquiles, es el tendón común que une, a través de
aponeurosis, los músculos gastrocnemios o gemelos medial y lateral y el músculo
sóleo (tríceps sural). La inserción del tendón en su parte distal se lleva a
cabo mediante haces de fibras que se insertan la parte inferior de la cara
posterior del calcáneo de forma lateral y medial.
Es el
responsable de proporcionar elasticidad y de ejecutar la biomecánica de la
flexión plantar necesaria para poder caminar y correr.
Síntomas:
Dolor,
incapacidad funcional y pérdida de fuerza. Dependiendo del estadio y gravedad
de la lesión los síntomas se manifiestan:
Durante y/o
después de la práctica deportiva.
Caminar y
correr; un porcentaje alto de pacientes refieren dolor después de correr.
Al estar
mucho tiempo de pie sin moverse e incorporarse.
Al intentar
ponerse de "puntillas".
Dolor y
rigidez matutina al levantarse, que remite después de dar los primeros pasos.
Al bajar
escaleras.
El
tratamiento de elección es conservador, relegando el quirúrgico al fracaso del
mismo. Ante la aparición de los primeros signos de tendinitis, se debe parar
cualquier tipo de actividad deportiva y aplicar un tratamiento antiinflamatorio,
con medicación y aplicación de frío local.
Comenzará
entonces un proceso de investigación de las causas predisponentes:
Anatómicas.
Desviación axial del talón, detección de un pie pronador, un pie cavo o plano,
un talón varo o valgo, la presencia de un Haglund por desarrollo excesivo de la
tuberosidad del calcáneo, etc.
Deportivas.
Estudio del calzado, de la consistencia de la suela y del contrafuerte.
Consideración de la superficie de entrenamiento y competición, sobre todo de su
dureza y adherencia. Reflexión sobre los sistemas de entrenamiento, gestos
técnicos, estiramientos incontrolados, ejercicios excesivos con pesas, etc.
Causas de
origen sistémico, como reumatismos, procesos infecciosos, metabólicos y
alteraciones musculares o neuromusculares.
El
tratamiento abordará entonces la corrección de esas causas
·
Modificando los sistemas de entrenamiento, los malos gestos técnicos, el
calzado y las superficies para la práctica deportiva.
· Mejorando
y amortiguando el apoyo plantar y compensando los defectos anatómicos con
plantillas a medida.
Se completa
el tratamiento conservador con el resto del arsenal terapéutico a nuestro
alcance, utilizando los recursos de la electromedicina, ultrasonidos,
crioterapia, electroestimulación, electroacupuntura, etc. aunque el método más
efectivo parece la realización de entrenamiento excéntrico y/o la utilización
del AirHeel. Desde hace algunos años se recurre con éxito irregular a la
aplicación local de ondas de choque.
El
tratamiento quirúrgico
Siempre está
presente en la mente del traumatólogo cuando se presenta un cuadro de
tendinitis aquílea que haya evolucionado durante algún tiempo. Se intentan
todas las soluciones conservadoras pero sabemos que las prisas del mundo en que
vivimos, mayores si se trata del deporte de competición, no van a permitir
agotar los dilatadísimos períodos de reposo deportivo necesarios para que el
tratamiento sea eficaz.
La cirugía
sigue un patrón estándar con pequeñas variantes. Se puede abordar el tendón
mediante dos incisiones:
transversal,
perpendicular al eje corporal, por encima del calcáneo, en la porción final del
tendón.
longitudinal,
paraaquílea externa. Es la más frecuente. Hay que ser cuidadoso en la disección
por planos para evitar dañar el nervio peroneo superficial. Permite un
excelente abordaje del tendón desde su inserción distal hasta el punto que
necesitemos, prolongando la incisión hacia arriba. Desde el lado del abordaje
se puede acceder con facilidad al contrario, disponiendo de una visión completa
del tendón, incluso en su cara interna. Se realizan varios gestos quirúrgicos:
· Resección
de la bursa y retirada de todo el tejido fibrótico adyacente.
· Resección
de la tuberosidad posterior del calcáneo. Se identifica la porción de hueso que
hayamos planeado retirar, desde el ángulo externo al interno, se marca con un
escoplo y se corta usando el propio escoplo o una sierra oscilante. Los picos y
rebabas se puede allanar con una fresa pequeña como las usadas en cirugía
percutánea.
·
Tratamiento del tendón. Si está libre de lesión, podemos dejarlo como está. Si
se observan cambios degenerativos o pequeñas roturas, se pueden limpiar los
restos fibróticos, suturar las roturas e incluso realizar escarificaciones
longitudinales en el tendón para favorecer su revascularización.
· Muchos
autores recomiendan actualmente el reforzamiento de la inserción tendinosa para
evitar el riesgo de una rotura postquirúrgica. Se utilizan anclajes metálicos
hundidos en la superficie de corte tras la retirada de la exostosis. En cada
anclaje podemos disponer de dos hilos de sutura para trenzar al tendón y
asegurar su inserción. El paso del hilo reproduce además el efecto de escarificación
sin necesidad de practicar cortes longitudinales.
La
intervención finaliza con el cierre por planos, sutura de la piel e
inmovilización en ligero equino para mantener relajado el tendón y evitar
tracciones durante al menos las dos primeras semanas.
Pauta
postoperatoria
En nuestro
medio, los pacientes permanecen ingresados 24 horas. Siguen después un
tratamiento ambulatorio según el siguiente esquema:
Cura semanal
de la herida y retirada de los puntos a las dos semanas
Apoyo
progresivo usando una ortesis de inmovilización de tobillo hasta completar la
tercera semana
Comienza
entonces el proceso de rehabilitación con drenaje linfático, movilización pasiva
y activa hasta recuperar la movilidad, marcha y ejercicios en piscina y
entrenamiento de la propiocepción usando plataformas de equilibrio. En los
últimos tiempos, como es natural, utilizamos el Pielaster de forma sistemática.
El retorno a la actividad deportiva va a
depender de la progresión en todo el proceso. Sobre la sexta semana autorizamos
el comienzo de la carrera continua con precaución y ascenso gradual en la
intensidad y duración de los ejercicios.
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